Las competencias de un educador
social vienen directamente relacionadas con las funciones que cumple (o debería
cumplir al menos). Así, de determinadas funciones enraizarán sus determinadas
competencias. Lo que está claro es que ambas deben obedecer a un par de principios fundamentales: el referido al marco
profesional, y el referido a la parte ética que requiere el trabajo de educador
social. Además también es obvio que este profesional debe tener un ámbito de
trabajo amplio, constante y bien definido. Otra de las afirmaciones es que este
campo de trabajo en el que se desenvuelve es cada vez más extenso y, por tanto,
será cada vez más difícil de distinguir sus funciones y competencias. Sin
embargo se puede deducir que nuevas competencias que nazcan derivarán de las ya
existentes.
Si analizamos, aunque sea
brevemente, el trabajo de un educador social, vamos a ver que sus principales
tareas están determinadas por valores éticos. En esta profesionalidad encajan
funciones directamente unidas a los usuarios o instituciones que requieren de
su trabajo. Así, hay que tener secretismo, intimidad y, por supuesto, respeto.
Además, hay que tener un control
óptimo de las nuevas comunicaciones y fuentes de información. Hay que ser
creativos, preventivos, participativos y algo fundamental es saber trabajar en
grupo. Podría decirse que un educador social “debe estar a la última” en lo
referido a nuevos (y seguramente más eficaces) métodos, técnicas y estrategias.
Sin embargo, y para terminar,
tenemos que darnos cuenta de que muchas de estas competencias de estos
profesionales derivan directamente del ámbito social. Lo que intentamos
explicar es que en el mundo actual, globalizado además, las personas estamos en
continuo contacto. Cada vez nos adaptamos mejor al nuevo mundo comunicativo, a
las nuevas redes sociales y, aunque en muchos factores y lugares falla, el
respeto hacia los demás y la naturaleza debe ser continuo.
Es en esas excepciones en donde
se sobresale de lo “normal” (es decir cuando se altera la individualidad,
libertad o regularidad humanas, et.), cuando el educador social hará acto de
presencia (o debería hacerlo al menos) y pondrá a desarrollar sus funciones y
competencias.
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